La alcaldesa de Bogotá, Claudia López, entregó detalles este sábado de las cuatro personas que aparecieron muertas al interior de una camioneta Toyota.
Lo hizo después de presidir un consejo extraordinario de seguridad donde las autoridades le entregaron el rastreo completo del vehículo donde aparecieron las víctimas.
La mandataria reportó que el jueves 18 de agosto a las 10:48 de la mañana, la camioneta salió desde Bogotá por el peaje de Andes, al parecer con cuatro personas a bordo. A las 3:00 de la tarde de ese mismo día volvió a ingresar a la capital del país. Posteriormente, sobre las 3:30, el automotor fue dejado abandonado en la Autopista Norte.
Según la mandataria, “iban por el expolicía Juan Carlos Useche”, una mujer identificada como Leidy Alejandra Betancourt, que presuntamente mantenía una relación con él, los otros dos hombres eran al parecer sus escoltas, Leonardo Sanabria, nacido en Colombia, y Eiler José Perozo, de origen venezolano.
Este último, según la alcaldesa, tenía antecedentes por posesión de armas y ya había sido judicializado.
De igual manera, dijo que Betancourt presuntamente tenía una relación con Useche, “lo acompañaba en ese momento y desafortunadamente termina también asesinada”. Así mismo, reveló que la mujer no tenía ningún antecedente criminal.
Claudia López informó que quien asesinó a estas personas iba exclusivamente detrás de Juan Carlos Useche, un expolicía con un pasado turbio. “Un ciudadano colombiano retirado de la Policía desde 2006 siendo patrullero en Cali. Desde entonces, tuvo varios antecedentes por concierto para delinquir por vinculación con actividades de narcotráfico, estuvo preso en dos ocasiones, tenía una vida en el crimen de muchos años. La Fiscalía y la Policía han establecido que él seguía en actividades criminales de narcotráfico y lavado de activos”, destacó la mandataria.
Por esto, presuntamente, “en una ajuste de cuentas macabro y criminal termina asesinado”, dijo.
Así fue la investigación por la masacre en Bogotá
La escena de la masacre ocurrida en Bogotá era espeluznante. En plena Autopista Norte, por donde día tras día pasan miles de bogotanos, yacían dentro de una camioneta cuatro jóvenes. Nadie se había dado cuenta durante las horas que el vehículo estuvo parqueado allí, sin razón aparente, en medio de la noche. Sin embargo, alguien advirtió que una camioneta de esa envergadura, tirada en la calle, solo podía ser un signo para desconfiar.
Ahí surgió la primera señal de uno de los crímenes más atroces vistos en la capital: una llamada desprevenida a la línea 123. Tras el reporte del vehículo dejado en la vía, las autoridades enviaron a los primeros investigadores, quienes pensaron que se trataba de un carro con explosivos. El equipo de criminalística llegó vestido de blanco, de pies a cabeza, y acompañado de expertos perros pastores alemanes. Por la hora (eran las diez de la noche) y por el hecho de que la camioneta era blindada, los expertos duraron más de tres horas en determinar que no existía en el vehículo esta amenaza.
Sin embargo, cuando abrieron finalmente la camioneta, ya seguros de que no era un carro bomba, encontraron en el baúl una imagen escalofriante. Cuatro cadáveres, tres hombres y una mujer, se encontraban uno tras otro. Uno de ellos con una bolsa negra que le envolvía la cabeza. Y los otros, con sus rostros y cabezas impactados por los disparos.
Por los estrictos protocolos que existen para este tipo de casos, que impiden que se rompan las cadenas de custodia de una investigación penal, nadie los tocó. Contactaron a la Policía Judicial y a criminalística. Lo primero que llamó la atención es que ninguno de ellos tenía documentos, ni joyas, ni relojes, ni plata ni billetera. Pero sí señales muy fuertes de que con su muerte lo que se quería era enviar un mensaje. ¿Una venganza? ¿Una rencilla entre bandas? La intención de una advertencia era evidente.
Asimismo, la mandataria dijo que las personas fueron asesinadas con tiros de gracia fuera de Bogotá, por lo que a la ciudad ingresaron los cuerpos sin vida de las 4 víctimas, para posteriormente ser dejadas abandonadas en el automóvil.