La feligresía trujillana celebró a su patrona Nuestra Señora de la Paz. Comenzando a las seis de la mañana con el repique de las campanas de la iglesia catedral, como símbolo de la alegría de un pueblo que vive bajo en la protección de la virgen María.

En hombros de sus cargadores, la imagen salió de la catedral para recorrer las calles de la ciudad de Trujillo en la procesión diurna, que se lleva a cabo desde el año 2012, la cual partió desde el parque La Trujillanidad hasta llegar a la iglesia catedral, donde gran cantidad de creyentes, autoridades eclesiásticas, civiles, militares y pueblo en general aguardaban para participar en la santa eucaristía.

El obispo de Acarigua – Araure, monseñor Gerardo Salas, ofició la misa solemne y se mostró alegre de acompañar al pueblo trujillano en la celebración de los 453 años de devoción y fervor mariano hacia Nuestra Señora de la Paz.

«Día como este, fiesta central de la iglesia trujillana, nos reunimos como la gran familia de los hijos de Dios para celebrar, reflexionar y ocuparnos de vivir y hacer vivir lo que María en las bodas de Caná de Galilea recomienda: hagan lo que él les diga, de manera que nos ayude a ser mejores cristianos con espíritu evangelizador», señaló.

Durante la homilía, Monseñor enumeró las enseñanzas que permiten la devoción mariana, entre ellas la invitación a escuchar la voz de Dios, fortalecer la oración para saber elegir el camino del bien y como medicina de la fe, vivir siempre alegres y por último, el exigente llamado a servir y ser misioneros.

«El secreto del éxito de toda fiesta religiosa no está en lo externo, en lo bonito, en lo folclórico, en lo mundano sino en lograr alcanzar una verdadera conversión tanto personal y eclesial, en esforzarse cada uno por alcanzar la santidad, la perfección cristiana, en testimoniar un rostro con mayor ternura, amor y misericordia, en hacer lo que Dios quiere y querer lo que Dios hace», enfatizó.

Finalmente, el obispo Salas pidió a la santa patrona de los trujillanos ayudar a la iglesia a continuar promoviendo la paz en los corazones de los fieles cristianos y en el quehacer de todos.

«María, a quien veneramos con el nombre de la Paz, ayude a todos a ser constructores de una iglesia capaz de promover signos que favorezcan la dignidad de ser hijos de Dios y de obrar siempre como hijos de la luz, de la justicia y de la verdad. Que la paz sea el dintel de esta diócesis, que sostenga su porvenir, su razón de iglesia, que haga capaz a todos de ser lámparas que iluminen el camino hacia el príncipe de la paz, el Emmanuel, el Dios con nosotros que vive y permanece desde siempre y por siempre», puntualizó. 

Las fiestas patronales culminaron con la tradicional procesión nocturna que partió desde la catedral, recorrió la avenida Independencia, subió a la parroquia eclesiástica Chiquinquirá donde recibió el homenaje de los feligreses para luego retornar a su casa, la iglesia, entre los aplausos de sus devotos y fuegos artificiales.

Con información REBECA VILORIA PEÑA

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